Me gustan tus ojos negros, pequeños, profundos. Tus labios juguetones que llenan de marcas nocturnas el cuerpo de esta moribunda. Me gusta tu sonrisa malévola y cuando ésta me dice que jugueteará en mi sexo por un buen rato. Me fascinan esas manos que reprimen las mías con unas esposas para que no te toque mientras me derrites en la cama. Sabe Dios que las nalgas paraditas de un hombre me fascinan pero las tuyas... ¡Oh Dios! las tuyas, no son un defecto genético, podría llamaras una herencia bien aprovechada.
Es tan mágico lo que me pasa, creo que me envenenaste con tu presencia, tu cerebro sabe qué decirme, cuándo dominarme, cuándo dejarme con las ganas; me gusta que te sepas las canciones de Carrasco, que me las cantes cuando cocinamos jugueteando en la cocina. Que tú seas más gourmet y yo más casera; que en la comidas con tus padres yo sea la consentida de mi suegro; donde soy completamente yo y nadie me rechaza por serlo.
Me gusta poder respirar mientras no estás a mi lado porque recuerdo tu sonrisa y la vida sigue y al igual que tú me gusta que seas lo primero y lo último que veo al día; me molesta desearte a deshoras, como ahora que estas en el trabajo y que cuando tienes la llama encendida yo tengo sueño y estoy cansada.
En fin, me gustan las palmas de tus pies perfectas y moldeables para morderlas, los músculos internos de tus piernas, el espacio de piel que va tras tus rodillas, tu espalda es mi juguete perfecto, tu pecho y su tuc tuc tuc que me arrulla.
Creo que estoy enamorada de toda tu persona… de ti.
