Voy camino al hogar, el cielo llora de alegría mientras escucho Vivaldi, Filio y algo de Christina Aguilera; mi libro y mi maleta naranja me acompañan, sé que llegaré tarde para que el clima sea cálido de noche, pero aun así prenderé el ventilador de madrugada; la cena estará lista sobre la mesa y probablemente sea algún pollo con arroz de la abuelita; Alana llorará como siempre, mientras mi abuela me besa la cara, mis tías felices pero sin inmutarse y el teléfono de casa comenzará a sonar; sé que es Ricardo quien llama; de pronto mi celular suena despertándome a la realidad, el frio de mi habitación demuestra que estoy aquí en la siempre helada ciudad, ¿pero que mierda de vida es esta?, no puedo con el dolor y quiero estar contigo mi gran amigo, quiero nadar en el mar y acampar otra vez, mientras el tiempo no vuela, ni me exige correr y correr, aquí todo avanza de prisa y el tiempo no es nada, es una mierda como la vida que se lleva.
Acampemos de una buena vez, y sin hablar ni vernos contemplemos todas las estrellas que un cielo sin luna llena nos ofrece en el mar, hagamos el amor con quien quiera hacerlo del lugar o pensemos en las veces que lo hicimos antes, despertemos de mañana con una cruda inolvidable y desnudémonos mientras nadamos con los ojos abiertos bajo las aguas del mar turbio. nada importa ahora ni ganas de nadar tengo, es como si quisiera morir o que algo pasará, enfermo de manera constante porque no tengo ganas de vivir en este infierno, el mismo donde me condene de manera voluntaria, porque estoy encerrada aquí y no tengo ni la idea de cómo escaparme, como escapar de mi misma.
El deseo conduce a la infelicidad, por eso no quiero desear nada, no quiero desear estar allá, no quiero desear ni el invierno, ni la salud, ni a él que es como un sueño; solo quiero sentarme y esperar el invierno para poner mis pies descalzos al calor de la arena.