Las rosas secas: el recuerdo del pasado que queda en una pequeña y deslumbrante racha, que no es más que ese gran intento de algún efímero pretendiente que regresa para invocar mis besos y caricias, para perseguir un sueño efímero y pasajero; quien no aprecio lo que tuvo y hoy al verme cree tener.
Las rosas artificiales: aquel intento de no perecer en mi vida, de ser recordando por siempre pero al cual no le desprecio los halagos, por simplemente ser eso, halagos. Ese deseo de tenerme en brazos de conocer mi olor y mis sueños, de ser mi parte. De ser quien me de galletitas en la boca y me haga volar por las mañanas.
Las rosas de papel: las gracias olvidadas de tan apreciable caballero que me hace sentir princesa cuando le veo, que me conduce por un idilio de placer no físico cuando me imprime risas de pasadas travesuras, que jamás repetiremos.
Las rosas frescas y rojas: esas hermosas rosas, son el inicio de una buena amistad, que no es despreciable a los ojos pero que no lo es todo en mí, aquí y ahora, que podría serlo pero no lo es, ni lo será hasta que tenga ganas de que así sea.
Cómico, divertido es que todas las rosas se junten aquí frente a mis ojos, mientras sonrió a mis anchas; sigan así porque quien no ha soñado alguna vez con mis piernas, pero no doy vueltas por los mismos parques, ni corto las mismas flores dos veces, ni me interesa nada de rosas por el momento, la sexualidad marca mi vida en declinaciones extremas y es menos complicado que pensar.
Un regreso poco esperado
Hace 11 años
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