¿De qué sirve querer, sentir a corazón abierto que alguien
me importe de manera casi celestial cuando querer me roba la razón y no me deja
razonar? ¿Cual es la razón para engancharse a un futuro o un pasado que en
mejor instancia ya no existe o jamás existirá? Enamorarse es pedirle a un
tercero que decida por ti, que te muevas en aguas foráneas y que tu vida se
volqué al gusto y a las necesidades de otros.
De todas las versiones de amor que conozco no hay una que
este completa y que proporcione al cien por ciento satisfacción a los seres
humanos que en ella se desplazan. Hoy paseo por la calle Melancolía de Sabina y
tengo tristeza y de pronto coraje y de pronto amor y vuelve el coraje con más
intensidad y un odio a la vida. En fin, mil y un sentimientos que en otras
épocas, por lo menos hace seis meses no me hubieran pasado.
Asumí que algún día terminaría de la mano con un europeo
trascendentalista que gustara del pop art y la trova latina, o de un trovador
latino izquierdista cuyo tesoro es una
biblioteca de los poetas modernistas y de los autores contemporáneos; en el
peor de los casos un burócrata que perdiera la cabeza por mis curvas y el sexo,
por mis pies descalzos y mis hábitos poco elitistas. Y cuando pienso es esto el
corazón revolotea y comienza a bailar. La realidad es cruda y sin tanto sueño.
Estando a semanas o días del inicio de mi futuro, de ver que
de todos mis sueños no tengo ni uno cumplido y de que no importa con cuantos
millones tenga en mi mano cuando muera jamás será el dinero lo que me haga
sonreír, que en la vida uno encaja o no en los tiempos libres de los demás y
que esta ciudad ya no me ofrece más que dinero y estabilidad económica y nada
más me pregunto ¿de qué me estoy desenamorando, de mis sueños, del amor
conceptual, del amor real, de la ciudad o de mi misma? ¿Es acaso que la última
de mis esperanzas se fue con el tan fastidioso concepto de ser amigos o con el
igual fastidioso concepto de para-toda-la-vida?
Y no creo que me encuentre en un estado de depresión como
hace 2 años, en perspectiva no tengo los 65 kilos que pesaba en ese entonces.
Pero hartazgo si creo, hartazgo de todo y todos, de oír cosas que me parecen
basura, que conceptos que son mediocres, de ideas que hacen más infelices a los
demás y de lazos que unen lo que ni de chiste debería seguir así de aferrado.
En sí, este es un punto final en mi vida, para un inicio más glorioso y un poco
más ajeno de los dolores y las preocupaciones de mis semejantes, más ajeno a
lo que fue y a los sentimientos que se deben ir por la taza del inodoro. Dejar de
sentir y volver a pensar, manejarme de la manera que mejor me va, cuadrada y
que mis amistades, al amor conceptual, la familia y los sueños esperen a un
lado de la chequera y de los trajes caros, que esperen a lado de mis libros y
mis nuevas filosofías de vida y ya que el tiempo me diga si es mejor así.