Luciérnagas errantes, necesidades de carnes y sexos
ardiendo. Será que la costumbre desvistió al deseo y lo convirtió en rutina y
comodidad. Aun desconozco el porqué los cuerpos extraños me excita. Un polvito
de esperanza de dice que algún día ese alguien a quien asedio desde años atrás
me dará lo que tanto le ancio, su sexo. Y es que prender aquellos que no forman
parte del selecto mundo de los hombres alfa ya no me apetece, me aburre,
incluso me denigra.
Ayer soñaba que bailaba al ritmo despeinado de Duncan dhu,
que tomaba mi chela como dándole sexo oral con los labios rojos y englosados.
Bailaba salvaje y mi chaqueta de piel entreabierta dejaba que se reflejaran los
pezones erectos sobre mi blusa blanca. Le veía y le besaba, sin importarme si a
ese a quien le debo respecto me viese.
No lo sé, suelo querer estar bien pero no dejo de saborearme
a esos ojos cafés y esa barba cerrada, no quiero prenderlo pero me excita saber
que me desea, ¿qué puedo hacer?, ¿habrá acaso algo que le haga entender que no
lo merecemos sin respeto a nadie más que a nosotros dos?
Habrá por lo menos esas dos horas de vino tinto y platicas a
contraluz, donde me deje ver quién es ese a quien le tengo tantas preguntas con
dudas y a quien le quiero platicar la parte de mi vida que nadie conoce. De ahí
a besarlo es retóricamente parecido e igualmente satisfactorio. Es hacer el
amor de manera auditiva y visual.