A mi lector

La vida cotidiana esta llena de personas con dobles identidades, y un día de desahogo sentimental decidí crear este blog con el fin de darle voz a mi cerebro, donde mis mas bajas pasiones, mis intentos de asecinato social y mi manera de pensar bajo los efectos de ocio; forman reconditas ideas. Te invito a sentir lo que yo, a odiar conmigo y a... ¡Bueno a la Chingada! solo lee si quieres ok?

martes, 29 de diciembre de 2009

Recuerdos

Me encontraba justo antes de la media después de las cinco de la tarde de cuclillas sobre el tacón de mi zapatos, miraba las piezas más pequeñas de los perros bailarines pues considero que a esas –las más pequeñas- son a las que o se les pone más detalle o se les hace más simple el detallado, como buena detective miraba una a una y determinaba alguna calificación mental. Los perros bailarines a simple vista parecen dos perros que felices bailan, pero que en realidad representan una lucha entre un perro viejo y un perro nuevo. En si eso me importa un carajo, son perros que se ven felices y eso es lo que me importa.

¿Gusta que le muestre alguna?- dijiste. Sin que tuviese que voltear a ver tu rostro sabio que eras tú, me levante cuidando darte la espalda y te dije solo para juguetear: ¿Cuánto cuestan las pequeñas? - ¿Fernanda? – una pregunta que sonaba a sorpresa. Sonreí y voltee. - ¡Si claro, sabía que eras tú!- sonreíste y no pude evitar sentir crecer mi sonrisa. - ¿Cómo estás?, ¿Qué has hecho?, ¿Dónde te metiste?, años sin saber de ti- preguntabas y hablabas, parecía que casi demandabas respuestas. Pensé que eran demasiadas preguntas que responder.

-¿Tienes tiempo? Te invito un café ¿Qué dices?- contigo casi no hablo los primeros minutos, como hace años, esas cosas no cambian, le dejaste encargado el local de cosas regionales a tu papá y caminamos todo el callejón para terminar sentados en uno de los nuevos locales de cafés.

La plática no se hizo esperar, así como tampoco esperaron los respectivos elogios a mi persona de tu parte; yo te recordaba más guapo que ahora - si es que alguna vez te recordé- porque para gracia de mi sinceridad, se me olvido por completo que tu local era mi favorito cuando vivía en la ciudad.

¡Cuántos años!, yo tenía solo diecisiete y aun me gustaba ponerme overoles de mezclilla con pequeñas blusas y cachuchas; por esa época comencé a interesarme de lleno en las culturas prehispánicas y entrar en tu local me daban una impresión de ser una arqueóloga intelectual, para satisfacer mis gustos no salía de los museos y de los sitios culturales como La Campana.

Creo que me enamore de ti después de la cuarta platica, se me olvidaba que son muy interesantes, que tus extrañas aventuras en Colima siempre me interesaron. –Siento que tengo la misma pose de niña boba que ponía cuando te conocí – te dije; - pues si te sirve de consuelo, efectivamente la tienes – dijiste y reímos.

La tarde dio paso a la noche, los cafés se terminaron; tú y yo nos habíamos puesto al día en todo lo que se pueden poner dos casi amigos, casi ex novios, casi hermanos. Fuimos y somos un casi en todo, porque hay personas que solo recuerdas al tenerlas enfrente pero que al apartarlas de tu vista, vuelven sin ningún remordimiento al baúl de los recuerdos.

¿Qué harás al rato?, - no lo sé ¿por?-, - te invito unos vinos, algunos amigos y yo planeamos ir a La Finca-, - La Finca suena bien- sonreí – ¿Recuerdas cuando salíamos a Colima 88?, -solo fuimos una vez, antes de que cerrarán-. Eso era verdad, los recuerdos me habían confundido con las escapadas que hacíamos mi padrino y yo, cuando cantaba en la rondalla.

Salimos en busca de tus amigos que tardaron cubeta y media en llegar. Además La Finca, me hacia recordar tantas cosas chuscas que me era difícil seguir conversando de mi triunfo sobre mi miedo a viajar a Guadalajara, no se diga el miedo de pasar días y meses en ese sitio. Se hacía tarde y se me olvidaba que ya no vivía en esta ciudad y que como cenicienta de lugares hermosos debía regresar a casa antes de que el autobús de conviertiera en calabaza y me dejará parada en la estación.

De regreso reproche que ese día no hubiese cargado con la cámara, por lo menos con ella no tendría la posibilidad de olvidarte como lo hago siempre. Tal vez solo con ella podrías estar de manera fija en mis recuerdos.

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