Mi espalda de friso con tu canto, amo esa canción y tu desconocido la cantabas mientras mi café de enfriaba, los amigos desaparecieron y la humareda del sueño se espeso, sonroje y reíste. Terminaste la canción a mi lado y guiñaste un ojo, sonreí y el café termino de enfriarse. Me olvide del teléfono, de la llamada que no llego y te sonreí una vez más.
¿Y a caso te volveré a ver sueño? No recuerdo tu nombre pero si tus ojos miel y tu pelo largo y esos lentes de intelectual, y tu piel bronceada y tu traje y tus zapatos de charol y tu voz diciendo ¿bailas?
Tu mano sujetando la mía, mientras la atmosfera se inclinaba a las años sesentas y comenzó “Sonámbulo” y me dijiste “no digas nada, mas tarde nos presentaremos” y mi espalda se erizo completita con mi mano en tu mano y la otra en tu hombro, mientras me tomabas cándidamente de la cintura.
Sonreíste y me diste la vuelta y comencé a flotar sin poder respirar del asombro ¿de dónde saliste? ¿Quién eres? Un romance fugaz sería perfecto contigo, una noche a la luz de las velas y “Jealuos Guy” de fondo. La canción termino y nos sentamos en la mesa de junto.
Me dijiste “señorita ¿me permite invitarle un café o me da su número de teléfono?”; reí, “te acepto el café”, nada importante relevante en la plática, parece que me tope con otro soñador como yo, mitad poeta mitad ser humano, con dotes de trovador y pintor me dio turno. Un sueño.
¿Los sueños desaparecen sabias? No sé si te volveré a ver sueño y no me importa porque según las experiencias esos romances tan fuertes desaparecen brevemente y ya tengo algo breve en mi vida, algo que si lo dejase sería solo por algo más extenso y menos breve.
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